
El nos quiso demostrar la miseria material y espiritual que observaba, lo impresionó. Quería hacer cualquier cosa y, como no era hombre a dar largas, no tardó en decir cuáles auxiliares deseaba para su fundación:
Primero, hijas que no busquen sino la mayor gloria de Dios, sin ningún motivo de interés, ya que, bien lejos de poder pretender pensiones y rentas fijas, deberán consagrar lo que ellas mismas tengan, dinero y muebles, a esta buena obra.
En segundo lugar, hijas celosas, que tomen de corazón la salvación de los pobres niños que les serán confiados, de suerte que estén dispuestas a acometer toda clase de trabajos para atenderlos.
En tercero, hijas sobrias y mortificadas, capaces de satisfacerse con una alimentación frugal, de modo que la puedan encontrar en el campo.
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